El verdugo no obedece órdenes. Simplemente hace su trabajo: no odia a las personas a las que ejecuta, no lo hace por venganza, no las mata porque se interpongan en su camino o lo amenacen o lo ataquen.
Le son completamente indiferentes. Tan indiferentes, que le da lo mismo matarlas o no matarlas.
Fragmento de El lector
(Bernard Schlink)
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